Y al final terminó, y la espera valió la pena.
Durante el rato que estuvieron juntos se dieron cuenta de que eran como dos desconocidos. Ya no quedaba nada de aquella simpatía y aquella complicidad que un día compartieron, ni un rastro del amor que se habían procesado durante años, aunque sí algún resquicio de cariño por todo lo que habían vivido juntos. No hubieron reproches, ni enfados, ni tristeza, ni lágrimas, sólo un abrazo al despedirse. Creo que los dos sabían que era el fin.
Más vale así.
Cuando las cosas ya no son, no son.
Ces´t fini!
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